Cuando se hizo cargo del poder, Carlos I incrementó salvajemente los impuestos “para lograr su ansiado título de emperador del Sacro Imperio Romano Germánico”, dice el autor. Debía comprar la voluntad de los príncipes alemanes y eso no eran dos pesetas. Hubo batallas, cabezas rodando por el piso, una excomunión y secuelas que llegaron a América. Leer más
