Cuando la modernidad puso fin a las monarquías, esa concentración de poder no desapareció; se dispersó. “La soberanía se repartió en instituciones, reglamentos, cárceles, tribunales, ministerios, escuelas y hospitales”, analiza el autor. Cuidado: el Estado se retiró del bienestar colectivo, pero el poder disciplinador continuó. Leer más
